VENTAJAS DE TENER ALUMNOS DE DIFERENTES EDADES

Alumnos

Nuestra escuela mezcla 3 ingredientes que parecen ser los esenciales para conseguir el éxito académico (si nos guiamos por los informes PISA): pocos niños, edades mezcladas y maestros cercanos.

Fina Sánchez

TENER ALUMNOS DE DIFERENTES EDADES EN EL AULA ES FANTÁSTICO PARA LOS ALUMNOS, UNOS APRENDEN DE OTROS Y SE AYUDAN ENTRE SI

En el entorno en el que trabajamos, la enseñanza es casi individualizada, aprendes enseguida a comprender sus formas de hacer, de pensar, de resolver, de relacionarse… Con tanta información como te dan, tienes una capacidad de respuesta más ajustada a sus necesidades.


En cuanto al maestro, no hay dos iguales y una clase no es la misma según el tutor que la encabece. Siempre he pensado que lo más importante en nuestra labor es el capital humano que cada uno aporta, a lo que sumamos la experiencia según van pasando los años.


Disponer en el aula edades mezcladas también tiene muchas ventajas, va de la mano con tener un grupo reducido. Al combinar estos dos aspectos hacen de la educación una gran experiencia. 

A todo esto, en un momento en que los grandes grupos de colegios “venden” a las familias la importancia de disponer de mucha tecnología y grandes espacios (algo que no tenemos nosotros), ¿cuál es el elemento diferenciador de nuestra escuela respecto a colegios con más de 1.000 alumnos o los Kinders de 150?


Creo que lo que nos diferencia de otros centros es que formamos una gran familia. La enseñanza casi individualizada de los niños y la relación estrecha con las familias hace que inequívocamente sea diferente. En un centro “grande”, un tutor tiene a sus alumnos dos o tres años hasta que acaba la etapa; nosotros podemos tener relación con ellos casi durante toda su escolarización a través de los casales y los extraescolares y, si tienen hermanos, el trato con los padres es de muchos más años. Además, es una relación diaria y solo con las conversaciones informales del día a día nos intercambiamos abundante información. Además, son muy participativas y colaboradoras; al conocer mejor las dinámicas familiares se puede enfocar la enseñanza de una manera más práctica y útil.

De otra manera, en cuanto a tecnología y espacios sí hay diferencias, pero no son imprescindibles para el éxito académico y personal de nuestros alumnos. Cuanto más tenemos, más queremos, pero ¿es necesario tanto?


Por lógica, podríamos pensar que los padres podrían sentir gran interés por llevar a sus hijos a centros como el nuestro. ¿Crees que esta tendencia puede llegar a ser una realidad y que los padres envíen a sus hijos a este tipo de colegios? Por otro lado, y en caso de que nuestra escuela empezara a masificarse, ¿perdería su esencia? Yo creo que sí. Nos interesa seguir en la línea de ser una escuela pequeña, con un ambiente familiar y cercano, que nos dé más facilidad de interactuar con las familias en el día a día.

Esperamos que se convierta en tendencia. En la época de nuestra escolarización, las familias daban mucha importancia al entorno físico de la escuela, porque las limitaciones de las familias en cuanto a espacio eran latentes. Hoy en día, y más en nuestro entorno, hemos solventado esta necesidad. Vivimos rodeados de naturaleza, con grandes espacios y parques para poder disfrutar con los pequeños. Además, nuestras viviendas tienen una distribución completamente diferente a la de nuestros padres, ganando espacios diáfanos y cómodos donde criar a los niños en un entorno adecuado. Lejos quedaron los espacios “prohibidos para los más pequeños”, hoy en día se les acomoda en todo el espacio físico de la casa. Sí que es verdad que hay familias que prefieren llevar a sus hijos a un centro “grande”, con grandes espacios, y esto por distintas razones: la escuela pequeña no es lo suficientemente buena, si no tienen espacio quizás no tengan suficiente tecnología para crear recursos adecuados, existe más socialización con otros niños, etc.


Tener alumnos de diferentes edades en el aula es lo mejor que les puede pasar a nuestros chicos y un privilegio para un maestro tener esta experiencia diaria.


Para mí, todo son ventajas. Poder trabajar por equipos de distintas edades tiene como resultado que unos aprenden de otros y que se ayudan entre sí. No tienen la necesidad de recurrir al maestro a la primera. Pero no sólo en el plano académico, sino ante cualquier situación, entre ellos intentan solucionar las dificultades que se les presentan, desde las más básicas; establecen un turno para pintar el primero con el color que les gusta, toman decisiones ante la falta de desayuno de alguno de ellos, resuelven un comportamiento no adecuado en el aula, eligen el tipo de juego en el que quieren participar, etc. Cuando nos piden ayuda, en muchos casos es para mediar entre ellos y que puedan terminar de solucionar de manera autónoma. Somos mediadoras, guías.


Al tener distintos niveles se acostumbran desde el principio a que todos llevan un ritmo diferente en el aprendizaje. Aprenden a respetar las diferencias sin tener que enseñárselo y no se comparan. Los mayores son conscientes de que saben más y ayudan a los más pequeños y los peques imitan a los mayores y piden ayuda siempre que lo necesitan. Todos llegan al final por el mismo o por diferentes caminos, pero cada uno lleva un paso diferente. Esto les ayuda también mucho a nivel personal, con una confianza y una visión más ajustada de sí mismo. Su autoestima se ve más reforzada. 

En la etapa que a nosotros nos ocupa veo que la inocencia se alarga más en el tiempo; los niños son traviesos, pero no son malos, son “noblotes”. La picardía tarda en aparecer; siempre los ves venir. También son más autónomos e independientes (aunque siempre hay de todo).

Las fotos que acompaño este escrito lo demuestran. Vale más una imagen que mil palabras.

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